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Viko Hernández

La inocente inconveniencia, del cuerpo en escena a una escena con cuerpo.

por Viko Hernández





En los últimos años es muy recurrente la palabra cuerpo como eje principal de la investigación dancística. El corpus se aproxima desde perspectivas científicas, filosóficas, simbólicas o metafóricas como base de justificación hacia un discurso escénico contundente y sin embargo el resultado cada vez más cotidiano son propuestas escénicas carentes de un objetivo claro.


La escena dancística nacional ha perdido cuerpo y ha ganado escenas llenas de cuerpos, solo cuerpos.


Quizá la escena teatral realista y anecdótica dejó una herencia fuertemente arraigada en el público de las artes escénicas que todavía se muestra ansioso por recibir historias, leer y entender una danza ilustrativa. Algunos de los nuevos creadores que pretenden una mayor carga de abstracción en sus discursos han preferido creer en la supuesta ignorancia de un público antes de reconocer que en la búsqueda de nuevas posibilidades escénicas, terminan apoyados en una carga de abstracción aparente, sustentada en modelos de creación de tendencias extranjeras que no son generados ni laboratoriados por los propios creadores en el salón de ensayos.


Con ello alejamos al público mexicano que vive y convive con otra realidad sociocultural y educativa. No hemos sabido transitar a una generación auténtica de discursos contemporáneos que sí representen identificación, relación y convivio con nuestro espectador.


Los creadores crean y pocas veces se involucran en la importancia de querer decir algo con sus obras, la mayoría de las obras buscan validación dentro de un sistema solo por el hecho de crear y a falta de crítica y autocrítica especializada llenamos la escena nacional de coreógrafos sin interés genuino por investigar, complejizar y trabajar la creación escénica.


Ya no está de moda ser un artista escénico que no genere también su propia obra coreográfica, ahora parece ser un requisito de supervivencia gremial el ser bailarín-coreógrafo. Es en este punto donde creo importante pausar y reflexionar, pensar en la posibilidad de involucrarnos a mayor profundidad en las creaciones, partir de ideas o conceptos que realmente le importen al creador, generar universos en todo tipo de formatos tanto convencionales como innovadores que como punto de partida propongan profundidad en la aproximación del equipo creativo involucrado y provengan de detonantes significativos, de otra forma seguiremos generando escenas sin cuerpo llenas de cuerpos.


El cuerpo es cuerpo y también es no cuerpo.


El cuerpo habla y escribe, es un potencial intrínseco que lo acompaña constantemente en escena, sin embargo en la construcción de obras coreográficas muchas veces no es suficiente.


Es necesario generar métodos y metodologías que expandan y guíen la capacidad discursiva de los conceptos. Es en el no cuerpo donde la construcción escénica puede diluirse, en esos pequeños detalles que también comparten el tiempo y el espacio durante el convivio con el espectador.


Si partimos del entendimiento de que el cuerpo en escena es suficiente, me gusta pensar en el hecho de que nuestro cuerpo y casi cualquier otro cuerpo existen también gracias a que tienen espacio.


Hay espacio aún en condiciones microscópicas que permiten y posibilitan la existencia del cuerpo. En el caso de los cuerpos que entendemos como sólidos, ese espacio muchas veces no es tan perceptible, pero esta ahí. En nuestros cuerpos humamos existe porosidad, somos divisibles y permeables. Nuestra fisionomía es a partir de tejidos porosos en mayor o menor medida, nuestra corporalidad comparte espacios con materia y espacios vacíos para definir su existencia.


Es aquí donde traslado esta idea corporal a la escena con cuerpo, esta requiere de espacios vacíos si pretende ser un cuerpo funcional, un cuerpo vivo. Y debe ser un cuerpo escénico poroso, que se pueda atravesar, que respire y transpire.


Más allá de lo que se ve en escena, deberíamos nutrir la construcción de nuestros discursos escénicos de las partes que no se ven, es aquí donde he encontrado un camino interesante para practicar la escena hacia la construcción de un oficio creativo personal que sea consciente de su porosidad y permita ser atravesado por distintas influencias, disciplinas, contextos y equipos creativos.



 



Buscando una escena con cuerpo.



Durante 2015 y 2016 realizamos dentro de la compañía la obra La inocente inconveniencia, esta obra surge a partir de un conflicto familiar real que provocó que cuestionara por primera vez de forma seria la estructura que sustenta al concepto de familia en nuestra realidad mexicana.




El mexicano venera a la familia, o al menos al concepto que tiene de ella y lo eleva al grado de “base de la sociedad”, pero lo piensa, cuestiona y reflexiona poco.

Para la creación de esta obra se generó una investigación teórica como sustentación de la idea y motivación primigenia, durante varios meses se accedió a diversos textos de pensadores, filósofos, psicólogos, psiquiatras, novelistas, poetas, ensayistas y dramaturgos que en distintas épocas y contextos generaron textos críticos entorno al concepto de familia.


A partir de esta sustentación teórica se generaron dos ejes creativos de igual importancia, se vinculó y sincronizó la creación coreográfica a la creación literaria. De manera paralela se construyó un texto original de La inocente inconveniencia que era nutrido de la creación coreográfica y a su vez la creación escénica se iba nutriendo de la creación del texto.


Se desdibujó la línea divisoria hasta generar un único proceso que a través de la investigación y creación de una dramaturgia escénica desdibujara el límite donde el texto influye a la escena y/o la escena influye al texto.


¿Qué nos hace ser una familia? ¿Cómo esa entidad misteriosa, quizá monstruosa, nos hace irremediablemente temer perderla, ofenderla, abandonarla o trágicamente imitarla? / La inocente inconveniencia (antología); Jennifer Moreno, 2016.

Una dramaturga que a través del constante dialogo coreografió sus letras y un coreógrafo que escribió su composición escénica, ambos en un solo ritmo, en un mismo tono y en dos resultados distintos pero entrelazados.


Esta creación al final generó como resultado concreto no solo una obra escénica, durante el proceso creativo se construyeron dos textos, una antología y un texto original, que si bien no son parte del resultado escénico de forma visible o audible, son parte medular del espacio vacío de la obra, son el no cuerpo que permite la existencia del gesto escénico. Texto original de La inocente inconveniencia.


No olvidamos el cuerpo, los cuerpos, los visibles.


Se propone un entrenamiento concreto que a lo largo de los laboratorios creativos se depura, se especifica, y apostamos por la repetición mántrica del cuerpo en el espacio cada vez más reducido generando “los simios”, ejercicio de preparación tanto física como energética en el que disponemos al cuerpo para la entrada emotiva, energética y tonal buscada de manera específica en esta obra.

De esa angustiante concentración en uno mismo. De ese impulso por descifrar el origen, el suceso que nos hizo ser lo que somos. De la certeza de saber que aunque hubiéramos nacido en otra familia, no seríamos mejores hombres. / La inocente inconveniencia; Jennifer Moreno, 2016.

Se continúa un laboratorio constante, residencias, lecturas, escuchas. Compartimos intensamente todos los involucrados en el proceso de creación el pensamiento, el movimiento, nuestras historias, nuestras pieles, sudamos juntos y apostamos por una creación en movimiento que parte del movimiento, de una exploración sensible donde constantemente nos permeamos de los otros, de lo que investigamos como ventana a nuestra realidad cotidiana.


Construimos un universo escénico que asoma críticas y reflexiones de nuestras familias, nos involucramos y nos desplazamos a terrenos que desconocíamos, fueran estos definibles o no definibles y no negamos toda posible ayuda, así venga de convenciones teatrales, literarias o coreográficas.


Confiamos en una investigación, planteamiento y exploración que generó un discurso propio y maduró con el tiempo, confiamos en su lento robustecimiento como principal discurso escénico.

No pretendo afirmar que he desarrollado un método coherente para construir un discurso escénico contundente, pienso que existen diversos caminos para lograrlo o intentar lograrlo. Este ensayo pretende compartir la construcción de uno de esos intentos así como también compartir algunos de los pensamientos, dudas y reflexiones alrededor de este camino con el fin de exponer parte de los filamentos de un proceso creativo largo y complejo que apoyado en la investigación, entrenamiento específico, creación literaria, dramaturgia y aproximaciones sensibles como detonadores de una poética específica hoy convive en la escena como La inocente inconveniencia.







Este ensayo fue escrito y presentado por Viko Hernández dentro del Segundo Coloquio Latinoamericano de Investigación y Prácticas de la Danza

VISCESC 2017 "Visiones Contemporáneas desde la Escena"

“La poética coreográfica como intersección de la teoría y la práctica”

realizado del 10 al 15 de julio de 2017 en el Centro Cultural del Bosque del INBA, en la Ciudad de México dentro del “Encuentro Nacional de Danza”.

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